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Transformación reúne una selección de obras que Tadeo Muleiro produjo en un particular proceso íntimo y reflexivo durante 2020.
En esta serie se despliega el reflejo de un artista multidisciplinar con un sello propio, que desata una re-significación de mitologías, prácticas y costumbres de pueblos originarios en un entrecruzamiento con el campo del arte y sus pretensiones conceptuales.
En una transposición de elementos culturales de distintas civilizaciones Muleiro incorpora la coyuntura de su obra contemporánea y, al modo del manifiesto de Oswald de Andrade y su devoración antropofágica, origina con esa mixtura una tercera significación que interviene nuestra actualidad, nos interpela y abre una ventana introspectiva a un imaginario singular.
La saga se encuentra protagonizada por Quimera (2020), una escultura habitable inspirada en leyendas ancestrales. La documentación en video de la obra performática, Incipit in the tower (2020), muestra a Quimera como un ser que se desdobla en una práctica chamánica mientras se escucha un sonido inquietante.
En la escena ceremonial descubrimos rastros de la cultura Olmeca de Mesoamérica, en la que el chamán desempeñaba un papel fundamental porque tenía acceso a los dioses y era considerado su descendiente. Poseía poderes milagrosos y se vestía como los animales para luego transformarse en ellos durante el vuelo chamánico.
Asimismo, notamos referencias a la cultura Chavín de Huantar, perteneciente al área andina, en donde los textiles, ligados a rituales y prácticas, portaban representaciones de la guerra y la paz. Además, se observan características de las vasijas propias de la cultura Aguada, perteneciente al Noroeste argentino, con sus personajes simbolizados con una cabeza de rostro felino cuadrangular. Al igual que en la década del sesenta María Martorell fusionó la pintura geométrica con el legado de las manifestaciones prehispánicas presentes en el arte originario de su Salta natal, Muleiro utiliza el textil y actualiza este proceso como un medio que otorga materialidad a su personaje. Una inspiración que se mezcla con el Pop, y deviene también del comic y la ciencia ficción que marcaron su infancia.
Dado al complejo diseño de Quimera podríamos, incluso, remontarnos a la mitología griega, y recordar al temible Minotauro, un ser antropomórfico al que el Rey Minos ordenó encerrar en un laberinto.
Quimera evoca una vasta cantidad de valores alegóricos que, sin embargo, inician una nueva cosmogonía que Muleiro desarrolla en otras obras. El traje se encuentra diseñado con una combinación de colores vibrantes y cuatro caras con mezcla de león, cabra, serpiente y dragón. No sabemos su sexo, y está alado como si fuera una divinidad. Es el vehículo que entrelaza la pintura, la escultura, lo textil, lo artesanal y, al mismo tiempo, abraza conceptos de vida, muerte, intimidación y auxilio acechantes, alejándose de los parámetros visuales de occidente con un manto de originalidad.
Identificado en lo mitológico, Muleiro compone a través de simbologías, sin restarle importancia al uso ritual de las cosas, ya que el chamán no es chaman sin su traje. Del mismo modo que la artista Marina de Caro realiza sus Vestibles en hilado acrílico tejido a máquina, Muleiro produce sus esculturas blandas en textiles pintados que confecciona con su máquina de coser, dando origen a una parafernalia a escala humana, que su protagonista utiliza para curar los males con los atributos que le otorgan su poder.
Otra referencia ineludible para interpretar el trabajo de Muleiro es Hélio Oiticica quien activaba sus Parangolés con el movimiento de la danza. Por su parte, Muleiro se convierte en performer para darle movilidad a su obra. Como diría el filósofo e historiador Mircea Eliade, rito y mito van unidos y son parte de una misma cosa. Sin embargo, en este caso el histrionismo está en la performance y en portar el traje, y a diferencia de Oiticica, Muleiro es un performer que solo se deja ver documentado en video.
Otro detalle que hace de este relato una historia aún más fantástica, es que el escenario de culto de Quimera es la torre de un castillo de Niza, Francia, que se despliega como la antesala, o el inicio premonitorio, del aislamiento mundial que se desencadenaría debido a la pandemia por el virus Covid-19. Allí Muleiro estuvo realizando una residencia artística en 2020.
De la Serie El monstruo y la sirena, 2020 – Dibujo de lápiz sobre papel 15×20 cm.
Según cuenta el artista, luego de su regreso a la Argentina en 2020, debió permanecer en un hotel durante nueve días junto a desconocidos compañeros de viaje. Esta pausa obligada le brindó la oportunidad de reencontrarse con el dibujo en blanco y negro, ya no como boceto, sino como una sucesión de obras llamada El monstruo y la sirena. En esta serie, Quimera vuelve a una bidimensionalidad obligada. Despojado de sus colores vivos, nuestro protagonista nos enseña paso a paso el escenario de su relato y nos introduce en el género fantástico de lo sobrenatural como si fuera una historieta en viñetas.
En estas tres primeras obras, Quimera se encuentra en el mar, junto a La sirena, quien lo acompañará en su travesía. Este personaje híbrido con mezcla de mujer y animal, nos traslada a la mitología griega nuevamente. Según menciona Homero en La Odisea, la presencia de este ser conduce a un posible destino fatal. También podemos observar en el agua signos de muerte y encierro por medio de rejas que hacen crecer nuestro imaginario. Si lo asociamos con la experiencia chamánica, en este estadio, Quimera podría encontrarse en plena conciencia para emprender el viaje, el camino que realiza hacia el vuelo.
De la Serie El monstruo y la sirena, 2020 – Dibujo de lápiz sobre papel 15×20 cm.
En las tres siguientes piezas notamos las luchas que debe afrontar Quimera a lo largo de su camino. Una convivencia con animales amenazadores y peligros que lo torturan y ponen a prueba su valentía. En primer lugar, aparece un cíclope, que podría remitirnos al hijo de Poseidón, dios del mar. Este personaje aparece en la Odisea como miembro de una raza de gigantes salvajes que no temía a los hombres, ni a los dioses.
Posteriormente, aparece un relato inspirado en el Kraken, una monumental criatura marina de la mitología escandinava, semejante a un pulpo, que emerge de las profundidades del océano.
Por último, Quimera se enfrenta a otra posible leyenda mítica nórdica, Hafgufa o neblina marina, el más peligroso de los monstruos marinos semejante a un pez gigante.
En este estadio chamánico, Quimera conseguiría hallarse en el trance profundo con un estado de conciencia alterada, actuando de intermediario entre el mundo real y el sobrenatural.
De la Serie El monstruo y la sirena, 2020 – Dibujo de lápiz sobre papel 15×20 cm.
En estas dos obras sucesivas, Quimera recibe la visita de un personaje con una máscara con un prominente pico. El diseño de las máscaras picudas se le atribuye a Charles De Lorme, un médico francés que atendía a la realeza del siglo XVII. Ese intimidante atuendo era para proteger a los médicos de los contagios y el pico, o nariz, contenía perfumes y hierbas aromáticas.
También vemos a nuestro protagonista convertido en niño en brazos de la sirena y, junto a ellos, la caricatura de un esqueleto. Esta imagen podría remitirnos a La Catrina con su tocado de plumas tomando la mano de un Diego Rivera que también es niño, en la obra Sueño de una tarde dominical en la Alameda central de 1947. Esta representación de la muerte perteneciente al mexicano José Guadalupe Posada fue concebida a principios del siglo XX como La Calavera Garbancera, refiriéndose con sarcasmo a los vendedores de garbanzo que, como nuevos ricos, negaban sus raíces indígenas y acogían el estilo de vida europeo.
De la Serie El monstruo y la sirena, 2020 – Dibujo de lápiz sobre papel 15×20 cm.
En esta instancia, Quimera estaría llegando al último tramo del ritual chamánico y ya estaría listo para volar. En estos tres trabajos Quimera se libera y se convierte en un águila, en donde interpretamos que se trata del dios azteca Huitzilopochtli. Al mismo tiempo, podríamos relacionar la presencia de Quetzalcóatl o Serpiente emplumada, uno de los dioses más importantes de la cultura mexica. Vemos a la sirena sostener el corazón de Quimera como si en una ceremonia mexica lo ofreciera a los dioses, haciendo referencia a la vida misma. La sirena se coloca una máscara de Quimera, al modo del teatro griego, y también vemos presente la máquina de coser, elemento personal que lleva al artista a sus raíces maternas.
En relación al último estadio del culto chamánico, aquí nuestro protagonista se desdobla, se transforma y su espíritu abandona su cuerpo para emprender el vuelo.
De esta manera, Tadeo Muleiro entrelaza vínculos del universo mitológico perteneciente a diferentes culturas y, con este sincretismo, dispara múltiples interpretaciones de estos elementos arquetípicos. En su corpus de obra nos hace visionar una poderosa inspiración de artistas como Xul Solar, quien retrató dioses y códices prehispánicos; o Joaquín Torres García que repensó el arte pre colonizador como el origen de un lenguaje universal en una traducción de ideas en símbolos realizadas a través de la geometría; y Nicolás García Uriburu con sus coloridos paisajes y animales sudamericanos.
Por otra parte, Muleiro nos ofrece paradigmas que actúan como el vehículo para narrar fragmentos catárticos de su propia experiencia contemporánea. Un medio para exorcizar los monstruos de un presente colmado de miedos e incertidumbre. Pero, fundamentalmente, esta muestra es un recorte en su producción que simboliza transformación. El pasaje de lo escultórico coloreado y performático a los mínimos elementos del blanco y negro en lápiz y papel, como un camino de metamorfosis que, sin embargo, contrariamente convierte su universo íntimo e introspectivo bidimensional, en tridimensional.
Así, el reflejo del estado de ánimo del artista nos conecta con su interior frente a una situación desconocida, hasta el momento, como la pérdida de la libertad y el temor a la muerte. Muleiro se asume en la expresión artística como el único recurso para transitar la nostalgia y el encierro, resultado del salto inédito que acompañó a la readaptación del mundo en 2020.
Mariela Porras
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