La obra de Pablo Frezza está centrada en el monocromatismo como apuesta por la pintura y la textura lograda mediante capas de pigmentos y adherencia de otros materiales. Bajo el dominio de la experimentación produce algunas simetrías que dan por resultado una repetición variable, como si se tratara de una partitura musical.

Lo técnico permite distinguir tres grupos de seriación compositiva: uno completamente centrado en el cromatismo de los pigmentos que cubren toda la tela; otro donde la presencia del color potencia la contundencia plástica de lo mono-acromático con matices de realce entre las capas matéricas de empastes, y finalmente los transfers, en los cuales se traslada una materia untuosa y espesada dando un contundente efecto de grafismos-fondo.
La ausencia de figuras se concreta mediante el interés en la densidad y textura de la superficie.
Lo no representativo en su pintura se manifiesta en el fluir del hacer, configurando una unidad de sentido –cuadro- que apela a una recepción constituyente de impresiones visuales y a veces táctiles.

Su producción artística, con resonancias históricas de Rauschenberg, Pollock, José Parlá, Miquel Barceló, Bosco Sodi, y contemporáneas de los locales Greco, Pabli Stein y Mariana Sissia, está centrada en los elementos plásticos y en la materia en sí, en el pigmento como tal, sin un aparente plan determinado. Sin embargo, sería posible inscribir su hacer en la abstracción libre pues obtiene una formalización orgánica, producto de aquella actividad experimental de imprimir el carácter de cosa en las manchas y salpicaduras, impresiones dinámicas aleatorias del pincel y otros instrumentos, así como de factores naturales de la intemperie o interposiciones de materiales no pictóricos.

Como resultado, cada obra es un campo total de tensiones equilibradas por la dirección de la energía procedimental puesta allí. Este aspecto performático de su obra puede apreciarse en los diferentes videos que completan la muestra.